jueves, 7 de junio de 2012

POESÍA DEL SIGLO DE ORO PARA ESCUCHAR

Ninfas en el lago, de Ulpiano Checa


Mas con la lengua muerta y fría en la boca
pienso mover la voz a ti debida.

(Garcilaso de la Vega, Égloga III)

Estos versos del poeta Garcilaso de la Vega son toda una declaración de intenciones: el amor como fuerza y motor de la palabra, incluso en la muerte, tan intenso es el sentimiento que le inspira. 
Si quieres leer algo más de Garcilaso de la Vega, está es su página.


¿Os gustó "Escrito está en mi alma vuestro gesto"? Pues aquí, en el canal de  Ivoox de la Fundación Garcilaso podéis  escuchar diferentes versiones.


De San Juan puedes escuchar y leer  El cántico espititual
o esta preciosa versión que hace Enrique Morente del "Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por su fe".


(Añadido 19-61, vía Leoqueleo: Pájaro,  a ritmo de blues, pone música a "Tras un amoroso lance"

 


No podíamos irmos sin una muestra de poesía barroca: escucha una selección de poemas de  Luis de Góngora,  Francisco de Quevedo o  Lope de Vega.
Disfrutadlas.



Esta estupenda presentación del profesor Jose Mª González Serna (vía Letras Heridas) os servirá para repasar y comprender mejor el contexto y las características de la poesía de los Siglos de Oro.


Lírica de los Siglos de Oro









viernes, 1 de junio de 2012

¡ENHORABUENA, SARA!



Sara García, nuestra compañera de 3º ESO B, ha sido premiada con el Accésit en la categoría de Prosa del XXVI Certamen literario del IES María Moliner de Coslada (Madrid), dirigido a estudiantes  de centros públicos de 2º ciclo de ESO, Bachillerato y Ciclos formativos de Grado Medio y Superior de la Comunidad de Madrid. Se ha alzado con este merecido segundo puesto por el relato Cada segundo de la vida que podéis leer a continuación. Querida Sara, mil enhorabuenas por este premio...y por el trabajo de cada día.



Cada segundo de la vida
Joel solo pensaba en correr. Como podía se sujetaba al brazo izquierdo, herido y lleno de sangre. Rin iba unos pasos por delante de él y un disparo la hizo girarse. Cuando vio a su hermano en el suelo se acercó para ayudarle.
-¡Rin, vete! –gritó Joel, pero Rin ya lo había cogido en brazos para llevárselo.
-Sin ti no me voy –respondió.
Rin echó a correr. Era una joven cazadora, de complexión atlética y con mucha fuerza. Su piel morena contrastaba con su melena rubia y sus ojos azules, un recuerdo de un padre al que no llegó a conocer. Joel, su hermano pequeño, era bajito y tenía una expresión dulce y amigable. Su físico encajaba más con el perfil de la tribu, pues su padre no era un forastero, sin embargo también tenía los ojos azules como su hermana.
-¡Rin, cuidado! –le advirtió Joel, pero lo dijo demasiado tarde.
La joven había esquivado todos los obstáculos del bosque, pero no había contado con las trampas. De pronto Joel se encontró tirado en el suelo. Una gota de sangre le cayó en la cara y, al ver a su hermana colgada de un pie y con algunas flechas en el cuerpo, la dio por muerta.
Intentó arrastrarse lejos de allí, pero alguien lo agarró y lo lanzó contra un árbol.
-No lo trates así, solo es un crío –dijo una voz femenina.
-Cállate, Lin. Este niño no sirve –dijo una voz masculina.
-Venga, Lewis, deja de maltratarlo. Se recuperará –dijo otro hombre.
-Lewis, por favor, haz caso a Mike. Como lleguemos sin nada, el jefe nos mata.
Lewis se rindió y se marchó enfadado.
Lin se acercó al niño y lo intentó despertar, pero fue inútil. A pesar de estar inconsciente, Joel sintió como ella lo rodeaba con sus brazos y lo levantaba, llevándolo hacia su nueva vida como esclavo.
Cuando todos se marcharon, un chico lleno de pintadas azules salió de entre los árboles y se acerco a Rin. Nunca había visto a nadie igual y cuando iba a alargar la mano para tocarla, Rin abrió los ojos. El muchacho retrocedió de un salto.
-Ayúdame –suplicó Rin, agonizando-, se han llevado a mi hermano.
El chico la ayudó a bajar de la trampa, evitando que Rin cayera al suelo de golpe. Cuidadosamente, la depositó sobre la hierba y le quitó las flechas. Rin vio que sus heridas sangraban mucho, pero el muchacho sacó un ungüento de su zurrón y la hemorragia paró. Al cabo de un rato, Rin se sentía estupendamente.
-No sé cómo voy a agradecerte esto. Por cierto, ¿cómo te llamas?
-Soy Ulim, ¿y tú?
-Me llamo Rin –dijo levantándose-. Ha sido un placer, pero ahora debo irme.
-No te vayas, aún estás débil. Ven a mi aldea, allí te curarán en condiciones.
-Pero...
-Si vas directamente al campamento, sólo conseguirás matarte.
Rin asintió y ambos se dirigieron a la aldea de Ulim. Allí él la llevó a la cabaña de Kira, su curandera. Los cuidados de Kira eran efectivos, pero Rin no se recuperaba tan rápido como deseaba. Lo único que la retenía allí era la compañía de Ulim, pero temía que se llevaran a su hermano. Un día no pudo más, y comenzó a recoger sus cosas.
-¿Qué haces, Rin? –le preguntó Kira.
-Nada, solo quería saber dónde estaban mis cosas.
-No te creo –dijo Ulim mientras entraba.
Rin iba a replicar, pero se quedó callada. Kira miró a ambos con una media sonrisa.
-Os dejo solos –dijo según se marchaba.
-¿Ibas a ir al campamento, verdad? –quiso saber Ulim.
-No es asunto tuyo –contestó.
-Sí que lo es.
-¿Por qué?
-Por esto –dijo acercándose a ella, y entonces la besó.
Rin abrió mucho los ojos. Nunca la habían besado, pero jamás habría imaginado que sería tan tierno y dulce. Lentamente, cerró los ojos y se dejó llevar, sabiendo que Ulim tenía esa misma sensación. Cuando terminaron, ambos se miraron a los ojos.
-No quiero perderte –dijo Ulim al fin-. Aún no estas recuperada, y si entras allí, no saldrás viva.
-Esperaré –suspiró.
Ulim asintió, dedicándole una cálida sonrisa.
-Me tengo que ir, tengo que ayudar en la cacería.
-Ve –dijo Rin, besándole de nuevo. Ulim le devolvió el beso y se marchó.
Rin suspiró y siguió recogiendo sus cosas. A pesar de lo que le había dicho a Ulim, quería salvar a su hermano, así que salió por una ventana y se adentró en el bosque.
Comenzó a caminar, orientándose por los árboles. Sabía que estaba cerca, por lo que tuvo que ir con cuidado. Comenzaba a distinguir algunas tiendas de campaña, cuando alguien le agarró el brazo y la hizo girarse.
-¿Qué demonios estas haciendo aquí, Rin? –le dijo un hombre lleno de heridas.
-¿Fugu? –dijo al reconocer a su padrastro.
-Sí, soy yo, ¿pero se puede saber dónde te habías metido?
Rin recordó que Fugu había estado con ella el día en que habían secuestrado a Joel.
-Intentamos escapar, pero a Joel le dispararon y yo caí en una trampa. A él se lo llevaron y a mí me dieron por muerta, pero un chico de una aldea cercana me salvó. He estado con ellos todo este tiempo. ¿Y a ti que te ha pasado? –dijo al ver las heridas.
-Sufrimos un asalto de los traficantes y ahora hemos venido a recuperar a las personas que se llevaron. ¿Nos vas a ayudar?
Rin no se lo pensó dos veces y asintió enérgicamente. Fugu le contó el plan y, cuando recibieron la señal de los otros, ambos entraron corriendo en el campamento. 
Ulim se dio cuenta demasiado tarde de que Rin no estaba, pero cuando lo hizo no perdió el tiempo dando explicaciones: saltó por la ventana y comenzó a seguir el rastro que la muchacha había dejado en el bosque. Sabía donde iba a estar, pero no lo quiso admitir hasta que la vio luchando, y se quedó boquiabierto: Rin peleaba llena de rabia y dolor, motivada por la idea de que su hermano podría estar vivo. Ulim nunca la había visto tan bella, con la larga melena ondeando en su espalda al compás de sus ágiles movimientos de gacela. Quiso seguir observándola, pero se acerco para ayudarla.
-Anda que eres cabezota –dijo sonriendo-. Ve, te cubro las espaldas.
Rin le devolvió la sonrisa y echó a correr, adentrándose más en el campamento.
-¡Rin, ven aquí! –le gritó Fugu saliendo de una tienda de campaña-. Sigue desatando los nudos mientras yo me encargo de los traficantes.
Rin entró en la cabaña, seguida de Ulim. Un grito los sorprendió a los dos.
-¡Hermana! –gritó Joel. Rin corrió a abrazarlo-. Pensé que estabas muerta.
-No, mi niño, estoy viva. Ven, te sacaremos de aquí –le dijo mientras le desataba las manos. Los tres comenzaron a desatar a los demás y cuando salieron de la tienda vieron que los traficantes estaban muertos. El campamento era suyo.
-Por fin –dijo el jefe de la tribu de Rin-, por fin nos hemos librado de este tormento. Ahora nuestro pueblo podrá caminar tranquilo por este bosque.
Todos los presentes lanzaron gritos de júbilo, pero hubo uno de dolor que sonó por encima de los demás.
Detrás de Rin estaba Ulim, tirado de rodillas en el suelo y mirando sorprendido hacia su estómago, donde sobresalía la punta de una lanza. Tras Ulim, estaba Mike, uno de los traficantes, con una lanza en la mano.
-Esto es por Lin –dijo clavándole más el arma, pero apenas tuvo tiempo de hacer fuerza, pues varios de los presentes aún tenían sus arcos cargados y le dispararon. Cayó muerto al instante.
Rin ignoró todo lo demás y se agachó junto a Ulim.
-No te mueras –le pidió mientras intentaba contener las lágrimas.
-Cabezota –dijo él sonriendo.
-Por favor –suplicó.
-Lo siento, pero ya es tarde –dijo-. Te quiero –y entonces murió.
Rin no aguantó más y comenzó a llorar, repasando los segundos que habían cambiado su vida: Joel adentrándose en el campamento, ella pisando la trampa y acribillada a flechas, Ulim salvándola de la trampa, Ulim besándola en la cabaña, Ulim ayudándola a salvar a su hermano... Todo se reducía a Ulim.
Joel le puso una mano en el hombro y ella reaccionó. Se incorporó y cerró los ojos de Ulim, unos hermosos y extraños ojos verdes que ya no verían la luz de nuevo.
Había sido capaz de salvar a su hermano pero, a cambio, había perdido al único hombre al que había amado.